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domingo, 25 de mayo de 2008

El mito Pelasgo de la creación


En el principio, Eurínome, diosa de todas las cosas, se alzó desnuda del Caos, pero no encontró nada sólido en que apoyar los pies y por consiguiente separó los mares del firmamento, bailando solitaria sobre sus olas. Bailó en dirección al sur, y el viento que se levantó tras ella parecía algo nuevo y aparte con que poder empezar un trabajo de creación. Se dio la vuelta y agarró este viento del norte, lo frotó entre sus manos y he aquí que apareció la serpiente Ofión. Eurínome bailó para calentarse, más y más desenfrenadamente, hasta que Ofión, sintiéndose lujurioso, se enroscó alrededor de aquellos miembros divinos y sintió deseos de copular con ella. Así fue como Eurínome quedó encinta.
Luego adoptó la forma de una paloma que incubaba sobre las olas y a su debido tiempo puso el huevo universal. A petición suya, Ofión se enroscó siete veces alrededor de este huevo, hasta que se empolló y se partió en dos. De él fueron cayendo todas las cosas que existen, sus hijos: el sol, la luna, los planetas, las estrellas, la tierra con sus montañas y sus ríos, sus árboles, sus hierbas y criaturas vivientes.
A continuación la diosa creó los siete poderes planetarios, colocando sobre cada uno a un Titán o a una Titánide. Pero el primer hombre fue Pelasgo, el predecesor de los pelasgos; brotó de la tierra de Arcadia, seguido de varios más, a los que enseñó a construir cabañas y a alimentarse de bellotas, y a coser túnicas de piel de cerdo, como las que en un tiempo llevaban las gentes humildes en eubea y en Fócide.


Extraido del libro: Los mitos Griegos (Robert Graves)

sábado, 26 de abril de 2008

Orfeo y Eurídice

El nacimiento de Orfeo

Primero, pues, recordemos a Orfeo, al que en tiempos la musa Calíope se cuenta que, unida en el lecho al tracio Eagro, lo pariera cerca de la cima de Pimplea. Dicen de él que encantaba en los montes los duros peñascos y las corrientes de los ríos con el son de sus cánticos. Y las silvestres encinas, señales todavía de aquélla su música, sobre la costa de Tracia avanzan frondosas en orden espeso, aquellas a las que con su lira hechizadas las hizo él descender desde Tracia.


La perdida de Eurídice
De allí se alea el Himeneo, cubierto por azafranado manto, atravesando el cielo inmenso.Presente estuvo, sí, pero ni llevó allí palabras rituales ni rostro gozoso ni favorable presagio. Incluso la antorcha nupcial que sostenía no dejó de chisporrotear, produciendo un humo que hacía brotar las lágrimas, y no logró, por más que la movió, dar llama alguna. El resultado fue aún más grave que el augurio, pues la recién casada durante un paseo, en el que iba acompañada por un tropel de náyades, sucumbió por la mordedura de una serpiente en un tobillo.


la lloró mucho su marido en los aires de arriba, tras de lo cual, para no dejar de probat también con las combras, se atrevió a descender a la Estigia por la puerta del Ténaro y, atravesando multitudes ingrávidas y espectros que habían recibido sepultura, se presentó ante Perséfone y ante el soberano qe gobierna el repulsivo reino de las sombras, y pulsando las cuerdas en acompañamiento a su canto dijo así:

"Oh divinidades del mundo situado bajo tierra, al que venimos a caer cuantos somos engendrados mortales, si es lícito y vosotros premitís que yo diga la verdad omitiendo los rodeos propios de una boca mentirosa, no he descendido aquí para ver el oscuro Tártaro, ni para encadenar las tres gargantas, provistas de culebras en vez de vello. El motivo de mi viaje es mi esposa, en la que una vibora, al ser pisada, introdujo su veneno, y le arrebató sus años en crecimiento.

Yo quise ser capaz de soportarlo, y no negaré que lo he intentado: pero el Amor ha vencido. Es un dios bien conocido en as regiones de arriba; yo no sé si también lo es aquí, pero sospecho que sí lo es también, y si la fama del antiguo rapto no ha mentido, también s vosotros os unió el Amor. Por estos lugares llenos de espanto, por este inmenso caos y por el silencio del vasto destino de Eurídice. Todos los seres os somos debidos, y tras breve demora, más tarde o más temprano, marchamos velozmente al mismo sitio. Aquí nos encaminamos todos, ésta es la última morada, y vosotros poseéis los más dilatados territorios habitados por la raza humana. También Eurídice será de vuestra propiedad cuando en sazón haya cumplido los años que le corresponden; os pido su disfrute como un obsequio; y si los hados niegan esta concesión para mi esposa, yo tengo tomada mi firme resolución de no volver: gozad con la muerte de los dos"

mientras él hablaba así y hacía vibrar las cuerdas acopañando a sus palabras, lloraban las almas sin sangre; Tántalo no trató de alcanzar el agua que se le escapaba, quedó paralizada la rueda de Ixión, las aves no hicieron presa en el hígado de Trito, y tú Sísifo, te sentaste en tu peña. entonces se dice que por primera vez las mejillas de las erinias, subyugadas por el canto, se humedecieron de lágrimas, y ni la regia consorte ni el que gobierna los abismos fueron capaces de decir que no al suplicante, y llaman a eurídice. Se encontraba ella entre las sombras recién llegadas, y avanzó con paso lento por la herida. Orfeo la recibió, al mismo tiempo que la condición de no volver atrás los ojos hasta que hubiera salido de los valles de Averno; en otro caso, quedaria anulada la gracia.

Emprenden la marcha a través de parejas de silenciosa quietud, y siguiendo una senda empinada, abrupta, oscura, peñada de negras tinieblas, llegaron cerca del límite de la tierra de arriba. Allí, por temor a que ella desfalleciese, y ansioso de verla, volvió enamorado los ojos, y en el acto, ella cayó de nuevo al abismo, Y extendiendo ella los brazos y esforzándose por ser abrazada y por abrazar, no agarra la desventurada otra cosa qe el aire que se le escapa.

Eurídice vuelve al inframundo

Tres veces un fragor resonó en las aguas del Averno, mientras Eurídice exclama: " ¿Qué pasa, qué me pierde, Orfeo, y te pierde? ¿Qué es este arrebato? otra vez llaman atrás los fieros hados y flotando mis ojos se anegan de sueño. Ya, ya me llevan rodeada de una inmensa noche, las manos que tiendo hacia ti, ¡ay!, no tiene fuerza, ya no soy tuya". No había acabado de hablar, cuando de pronto se perdió a su vista como el humo en el tenue aire y de su lado huyó; y ya no la vio más, aunque intentaba agarrar en vano la sombra y decirle tantas cosas.

Orfeo se desespera

Suplicó Orfeo, y en vano quiso volver a pasar; el barquero lo rechazó, y aun así durante siete días permaneció él sentado en la orilla, desaliñado y ayuno del don de Ceres; la angustia y la pena de su alma y las lágrimas fueron su alimento. Después de lamentarse llamando crueles a los dioses del Érebo, se retiró al elevado Ródope.

¿Qué iba a hacer? ¿Dónde ir con su amor dos veces robado? ¿ A qué dioses podía suplicar? Eurídice ya fría en la barca estigia naveaba. Mes tras mes, durante siete, llorando sobre una lata roca se quedó solo, y su queja penetró en las grutas heladas, enterneciendo a los tigres, arrastrando a los robles al son de su canto. Ni un amor doblegó su pasión ni boda alguna: solo recorría los hielos del Norte y el Tánais lleno de nieve y la llanura escita que nunca abandona la escarcha, llorando la pérdida de Eurídice y el inutil don de Plutón.

Orfeo muere

Por tres veces había terminado Titán el año que cierran los acuáticos Peces, y Orfeo había evitado entretanto todo amor femenino, ya fuera por la desgracia que le había acontecido, ya porque hubiera dado su palabra; a muchas, sin embargo, las dominaba el ansia apasionada de unirse al poeta, muchas sintieron el dolor de verse rechazadas. (...) Mientras con tal canto se llevava el vate tracio tras de sí las selvas y los animales feroces, así como las rocas que le siguen, de repente las mujeres de los tracios, con los pechos enloquecidos cubiertos de pieles de animales, ven desde la cima de una eminecia a Orfeo que acompasaba sus cantos a la vibración que daba a las cuerdas. Una de ellas, al tiempo que sacude sus cabellos que flotan en la ingrávida brisa, les dice: "¡Ahí, ahí tenéis a quien nos desprecia!", y arrojó su vara contra la musical boca del vate de Apolo, mas la vara, envuelta por las hojas, hizo sólo una señan sin herir. Otra usa una piedra como arma, pero la piedra en mitad de su aérea trayectoria se siente doblegada por la armonía de la voz y la lira, y, como suplicando el perdón de tan criminal intento, se detiene a los pies de Orfeo. Sin embargo, la bélica osada va creciendo y desaparece todo freno y reina la furiosa vesania; aun así el canto hubiera ablandado todas sus armas, pero un tremendo griterío y la flauta berecintia de recurvado cuerno y los tambores y el batir de palmas y los báquicos alaridos ahogaron el sonido de la cítara, y entonces ya las piedras se enrojecieron con la sangre de vate a quien no oían ya.

Y así las mujeres tracias, en medio de los ritos y la orgía nocturna en honor a Baco, descuartizaron a Orfeo y esparcieron sus restos por la ancha vega. Y aún después de separada la cabeza de su blanco cuello, cuando el río Hebro de Tracia rodando la iba llevando en sus aguas, su lengua exhalando el alma llamaba. " ¡Eurídice, ay, triste Eurídice!" y el eco sonaba en la orilla río abajo: "Euridice".

Información

Además, a dar la vida por otro únicamente están dispuestos los amantes, no sólo los hombres, sino también las mujeres. Y de este hecho la hija de Pelias, Alcestis, proporciona un testimonio suficiente en apoyo de mi afirmación ante los griegos, ya que fue la única que estuvo dispuesta a morir por su marido, pese a que éste tenía padre y madre. Y su acción pareció tan bella a los dioses(...) que dejaron subir su alma de Hades a la tierra. En cambio, a Orfeo, el hijo de Eagro, le despidieron del Hades sin que consiguiera su objeto, después de haberle mostrado el espectro de la mujer en busca de la cual había llegado, pero sin entregársela, porque les parecía que se mostraba cobarde, como buen citaredo, y no tuvo el arrojo de morir por amor como Alcestis, sino que se buscó el medio de penetrar con vida en el Hades. Por esta razón, sin duda, le impusieron también un castigo e hicieron que su muerte fuera a mano de mujeres.

jueves, 17 de enero de 2008

El rapto de Ganímedes


Ganímedes era considerado el más bello de los mortales y era el encargado de guardar los rebaños de su padre en las montañas cercanas a Troya. Su belleza llamó la atención de Zeus que no dudó en raptarlo, convirtiéndose en águila.Fue trasladado al Olimpo donde servia de copero, escarceando el néctar en la copa de Zeus, función que correspondía a Hebe, la diosa de la juventud.

El Hades y los Castigos

Los griegos creían que cuando una persona moría su alma se dirigía a las profundidades subterráneas, el dominio de la oscuridad donde Hades y Perséfone tenían su reino. En él (llamado también simplemente el Hades en honor al dios) los muertos debían ser juzgados por tres jueces: Radamantis, Minos y Aicos, y en el caso de que hubieran llevado una vida indigna podían ser condenados al castigo eterno. Los primeros griegos situaban el mundo de los infiernos más allá del océano que envolvía al mundo, aunque más tarde se le asignó el espacio que hay bajo la tierra. Era un mundo aparte, con sus propias montañas, cavernas, sus cinco ríos y dos regiones, llamadas Erebo y Tártaro, donde las almas eran castigadas, además de los campos Elíseos, el hogar de las almas sin mácula.

Hécate: La diosa Hécate, adivina y patrona de los magos y las brujas, habitaba en el Hades, donde presidía diversos actos y algunas ceremonias. Solía salir a la superficie acompañada de sus perros y tomaba formas diferentes, como de un lobo, una yegua o una mujer con tres cuerpos y tres cabezas. A menudo presidía los cruces de caminos, donde se levantaban estatuas en su honor.

Caronte: Los muertos debían atravesar los ríos Aqueronte o Estigia para acceder al reino de los infiernos en la barca que conducía Caronte. Éste, un anciano iracundo, exigía de todo aquel que quisiera cruzar el río una moneda, de ahí que los griegos coloquen una en la boca de los recién fallecidos.

Estigia y otros ríos: El mundo de los infiernos contenía cinco ríos. El Aquelonte era un río casi estancado, con márgenes fangosos y cubiertos de cañaverales, mientras que el Piriflegetonte estaba envuelto en llamas. En el Cócito (el río de los lamentos) se quedaban aquellos que no habían sido enterrados, donde permanecerían durante cien años. Estigia, el río más extenso, recorría el Hades nueve veces. Finalmente, el Leto era el río de cuyas aguas bebían los muertos para olvidar el pasado.

Campos Elíseos: Los antiguaos griegos creían que las personas que habían llevado una vida digna iban a parar a los Campos Elíseos tras la muerte. Este lugar se encontraba en uno de los márgenes del océano que rodeaba el mundo y era un lugar muy hermoso donde las almas de los muertos se dedicaban a practicar o a recitar poesía. Se encontraban a cargo del titán Cronos.

Orfeo y Eurídice: Desconsolado por la muerte de su esposa, la ninfa Eurídice, debido a la picadura de una serpiente, Orfeo, el gran músico, decidió descender a los infiernos para ir a buscarla. Tras encantar a Cerbero con la música de su lira, accedió a los reinos de Hades, quien, junto con su esposa Perséfone, consintió que Eurídice regresara a la superficie con la condición de que ella fuese detrás de Orfeo y el no se volviese hacia atrás para verla, pero la tentación fue demasiado fuerte, estando casi a la salida del inframundo Orfeo se volvió, y Eurídice quedó en los infiernos para siempre.


Tántalo: Tántalo, rey de Lidia (en la actualidad Turquía), dudaba del poder de los dioses, así que los invito a un banquete en el que sirvió a su hijo Pélope para ver quién de ellos descubría lo que comían. Los dioses no tardaron mucho en descubrir el engaño y lo condenaron a permanecer para siempre en el Hades rodeado de comida y bebida pero sin poder acceder a ellas.

Prometeo: El titán Prometeo siempre protegió a los hombres, muchas veces a costa de los propios dioses. Así, en una comida engañó a Zeus de modo que éste se quedara con los huesos, mientras que la carne la reservó para los hombres. Además, él fue quien robó a Hefesto el fuego para llevarlo a los hombres y enseñar a estos el arte de la forja. Como castigo, Zeus encadenó a Prometeo en un a roca donde un águila le devora el hígado; éste; al regenerarse sin fin, permitía que el suplicio durase toda la eternidad.

Sísifo: El rey de Corinto, Sísifo, se negaba a tener un funeral. Hades, ofendido, le envió de nuevo a la superficie para que lo enterraran, pero Sísifo aprovecho la ocasión para volver al trono. Al morir, Hades lo condenó a empujar para siempre una enorme roca hasta lo alto de una ladera.

El Rey midas: Midas era rey de Frigia y, según leyendas, hijo de la diosa Cibeles. Protagoniza dos célebres historias en las que demuestra ser una persona de la más irreflexiva. Que habla mucho antes de pensar en las consecuencias de sus palabras.

Las orejas de Asno: Después de que Apolo se impusiese sobre Marsias en un concurso en el que se intentaba dilucidar quién de los dos tocaba mejor la flauta, Midas intervino diciendo que no estaba de acuerdo con el resultado. Apolo, irritado, hizo que le creciesen dos orejas de asno a modo de castigo. Midas tuvo que camuflarlas debajo el cabello, pero el barbero del rey, el único que sabía la verdad, no tardó mucho en dar a conocer tan humillante secreto.

La tortura del oro: Unos campesinos trajeron ante el rey Midas al sátiro Sileno, adormecido bajo los efectos del vino. Tras reconocerlo como uno de los acompañantes de Dioniso, Midas lo dejó libre. Como agradecimiento, el dios le concedió un deseo, y el rey solicitó que todo lo que tocase se transformase en oro. Todo fue bien hasta que tuvo hambre; descubrió para su pesar que incluso los alimentos y el vino se convertían en oro. Apesadumbrado, imploró a Dioniso que pusiera sin a este tormento; éste, compadecido, le ordenó que se lavase en una fuente donde, desde entonces, abundaron las pepitas de oro.

La diosa Cibeles


Despues de mi viaje a Madrid y de haber fotografiado la fuente de la Cibeles, pense que seria una buena idea colocar información sobre esta diosa.


Cibeles, también nombrada :Gea, Gaya, Tellus, Terra mater)

Era la diosa de la Madre Tierra que fue
adorada en Anatolia desde el neolítico. Como la Gea o su equivalente minoica Rea, Cibeles era la personificación de la fértil tierra, una diosa de las cavernas y las montañas, murallas y fortalezas, de la naturaleza y los animales (especialmente leones y abejas). Su equivalente romana era Magna Mater, la Gran Madre. Su título «Señora de los Animales», que también ostentaba la Gran Madre minoica, revela sus arcaicas raíces paleolíticas. Es una deidad de vida, muerte y resurrección. Su consorte, cuyo culto fue introducido más tarde, era su hijo Atis.
Fue esposa del titán Crono y progenitora de los dioses olímpicos. Se la representa con una corona con forma de muralla y siempre acompañada de leones.


Información: Wikipedia


Foto :Ricardo Charco

Atalanta


Cuando una cazadora llamada Atalanta hubiese participado en la cacería del jabalí de Calidón y recibido la piel como trofeo, su padre la reclamó y quiso que se casase. Aunque era una doncella muy hermosa, Atalanta no tenía especial interés en el matrimonio después de que un oráculo predijese que tendría mala suerte si se casaba. Para encontrarle marido, su padre hizo un trato con ella en virtud del cual se casaría con quien pudiese vencerle en una carrera a pie. Atalanta aceptó de buen grado, pues era capaz de correr muy rápidamente.
Derrotó a muchos pretendientes, hasta que uno logró convertirse en su marido gracias a la inteligencia y no a la velocidad. Hipómenes (también llamado Melanión) sabía que no podría vencer en una carrera limpia contra Atalanta, por lo que oró a Afrodita pidiéndole ayuda. La diosa le dio tres manzanas doradas (algunas versiones dicen que fueron membrillos) y le dijo que las dejase caer de una en una para distraer a Atalanta, pues seguro que ésta se detendría para recogerlas. Aunque le costó usar las tres manzanas y recurrir a todas su velocidad, Hipómenes logró la victoria, ganando la carrera y la mano de Atalanta. Desgraciadamente, Hipómenes olvidó agradecérselo a la diosa y ésta los transformó en leones. Más tarde Cibeles, compadecida, los habría uncido a su carro.

Wikipedia